viernes, 13 de mayo de 2011

Realmente ¿Nos hacemos invisibles?

 Dicen algunos que a cierta edad, después de los cuarenta nos hacemos invisibles. Que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo cabe el ímpetu de los años jóvenes. Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable. Pero nunca como hoy fui tan consciente de mi existencia, nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto de cada momento como ahora. Hoy, ahora, a mis cincuenta y pico, soy consciente de que no soy el príncipe azul del cuento de hadas a lomos de un espléndido caballo blanco que busca una princesa, por que ni soy un príncipe, ni vivo en una torre, ni tengo a un paje que me saque de mis problemas. Sencillamente me reconozco como hombre capaz de amar. Se que puedo dar sin pedir, pero también se que no tengo que hacer nada, ni dar nada que no me haga sentir bien.  A estas alturas de mi existencia he encontrado al ser humano que sencillamente soy, con sus virtudes y con sus defectos. He descubierto que puedo permitirme el lujo de no ser perfecto, de estar  lleno de defectos, de tener debilidades y de equivocarme, de no responder a las expectativas de los demás y hasta de hacer algunas cosas indebidas y a pesar de ello sentirme bien.  Y por si fuera poco, saberme y sentirme querido por muchas personas que me respetan y me quieren por lo que soy, si,.. Así, un poco loco, mandón y a veces terco. También cariñoso, hablador, besador, abrasador y a veces por algún motivo, triste, por que también tengo mis momentos tristes, esos en los que pongo mi cara larga con aire de pensador, melancólico y que en alguna ocasión me ha tocado llorar. Cuando me miro al espejo ya no busco al que fui en el pasado,... sonrío a lo que soy hoy,... me alegro del camino andado y me enorgullezco de ello, pero también asumo mis errores.  Ahora me siento bien, no hecho de menos el sentir del desosiego permanente que produce correr tras los sueños. Ahora en mi estado y situación he aprendido a tener paciencia. Quizás lo peor de todo esto es que: El ser humano tarda mucho en madurar,… ¿verdad? Por eso y sin embargo hoy sé, que no puedo retener el mar, aunque cuando estoy “con él” quisiera no tener que dejarlo. Ahora se y me basta contemplarlo, llenarme de “él”. Y cuando llega el triste momento de partir me despido diciéndole. ¡Hasta pronto! También hoy sé que mis amigos y amigas, esos que lo son de corazón, son peregrinos del mismo camino, y que en cualquier momento nos encontramos y nos querremos eternamente. Sé que nadie es responsable de mi felicidad,  solo  yo.  Hoy sé que la vida es bella… Porque la he visto partir ya muchas veces.   Algún día la mía también partirá

Deseo que os haya gustado mi reflexión:  Administrador

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