ABRIGARNOS CON FIEBRE, CAFÉ AL DESPERTAR O CEPILLARNOS AL
COMER
Con fiebre, hay que evitar tres cosas: abrigarse,
bañarse con agua helada y darse friegas de alcohol. Resulta más efectivo
posponer el consumo de café (y su efecto estimulante) dos o tres horas tras
levantarse. Lo ideal es separar la ingesta de fruta de las comidas principales.
Beber demasiada agua, abusar de la sal (o
prescindir totalmente de ella), lavarse en exceso, cruzar las piernas... son
otras cosas que suelen hacerse y no es correcto. Sin saber bien la causa, ya
sea porque lo han enseñado así, por hábito o por simple desconocimiento, hay
algunas acciones que se desarrollan de forma generalizada de manera errónea.
Laura Muñoz, del Grupo Hospitalario Quirón, explicaba recientemente cómo
realizarlas correctamente:
Echar la
cabeza hacia atrás si te sangra la nariz. Ante una hemorragia nasal, lo primero que
se debe hacer es taponar la nariz presionando la parte superior con los dedos a
modo de pinza e inclinar la cabeza hacia delante. Solo de esta manera se
comprime la pérdida y se consigue que la sangre drene hacia fuera para evitar
tragarla o que pase a las vías respiratorias.
Abrigarse
para sudar la fiebre. Con fiebre, hay que evitar tres cosas: abrigarse, bañarse
con agua helada y darse friegas de alcohol (pueden causar, sobre todo a los
niños, una intoxicación etílica). Lo que se ha de hacer es tomar un
antipirético y desabrigarse (que no desnudarse) o tomar baños de agua templada
para reducir tu temperatura corporal.
Tomar café
al despertar. El cuerpo dispone de un reloj interno que se encarga de aumentar el
grado de alerta a primera hora de la mañana con el incremento de la producción
de cortisol. Estos niveles van disminuyendo en las horas posteriores, por lo
que resulta más efectivo posponer el consumo de café (y su efecto estimulante)
dos o tres horas tras levantarse, y no al despertar como se acostumbra.
Hacer la
dieta de un conocido. A lo hora de ponerse a régimen, es preciso tener en cuenta
una serie de factores como el sexo, la edad, las alergias e intolerancias
alimentarias y/o enfermedades como la hipertensión o la diabetes, ya que
condicionarán el contenido nutricional y calórico. Por ello, es fundamental no
hacer la dieta de otras personas sin la evaluación previa de un
médico/nutricionista. Saltarse el desayuno Una dieta equilibrada exige 5
ingestas al día: desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena. El primero te
aporta energía para afrontar las tareas de la mañana y evita que comas
demasiado en las comidas principales por un apetito excesivo. Más importante
aún es en los niños, ya que no desayunar es, junto al sedentarismo, el riesgo
más frecuente que conduce a la obesidad infantil.
Usar
zapatos de tacón alto o totalmente planos. Un calzado con tacón muy alto favorece la
sobrecarga en el antepié y ayuda a la formación de juanetes, dedos en garra e
infecciones de las uñas. Uno demasiado plano (tipo chanclas o bailarinas) puede
ocasionar problemas en la región del talón como durezas, fascitis plantar o
tendinitis de Aquiles. Lo ideal es usar un zapato con tacón moderado, anchura
adecuada y buena sujeción.
Cepillarse
los dientes nada más comer. Si has ingerido alimentos con alto contenido ácido (frutas,
zumos, vino o café) deberás esperar 30 minutos para lavarte los dientes, porque
si lo hicieras nada más comer, repartirías el ácido por toda la boca y te
arriesgarías a sufrir caries. Así pues, deja actuar a la saliva para que
neutralice el pH de lo que hayas comido y haga su labor antiséptica.
Tomar
fruta de postre. La fruta tiene un monosacárido denominado fructosa que,
ingerido tras la comida, provoca un aumento rápido de los niveles de insulina
en sangre y hace que todo lo anteriormente comido tenga más facilidad para
convertirse en grasa. Además, en ocasiones produce gases. Por todo ello, lo
ideal es separar la ingesta de fruta de las comidas principales.
Dormir con
la tele.
Ver la televisión o usar otros dispositivos electrónicos con pantalla antes de
dormir disminuye el tiempo y la calidad del descanso. Esto se debe a que la luz
que emiten tiene una longitud de onda que dificulta la producción de la
melatonina en el cerebro, hormona encargada de inducir y mantener el sueño.
Llevar
bolsos grandes. Un shopping bag u otro bolso grande suele ser sinónimo de
una gran carga llevada de forma inadecuada, lo que provoca lesiones de hombro y
espalda, como tendinitis, contracturas cervicales, dorsalgias y lumbalgias. Lo
ideal es llevar solo lo imprescindible (que no supere el 3% de tu peso) y optar
por un bolso en bandolera. Mejor si lo llevas cruzado.
Lavarse
mucho.
El agua rompe el manto lipídico y la capa córnea que protegen la piel, y causa
que esta se deshidrate. Para evitarlo, lo mejor es lavarse las manos un máximo
de cinco veces, ducharse una única vez al día, incluyendo el pelo (al contrario
de lo que puedas pensar, el cabello no se pudre si te lo lavas a diario) y
emplear productos lo más neutros posible y con poco perfume.
Usar un
sujetador cualquiera. El 70% de las mujeres no usa el sujetador adecuado y 9 de
cada 10 desconoce su talla. Para evitar que esto afecte a tu salud y a tu
higiene postural, ten en cuenta que tu sujetador no debe apretarte (ni dejarte
marca), los tirantes han de quedarte rectos y la parte de atrás en posición
horizontal, y el aro nunca aplastarte el pecho ni quedar despegado.
Beber agua
en exceso.
Demasiada agua obliga a los riñones a eliminar más líquido y, con él,
electrolitos que son necesarios para el organismo, como el calcio, el potasio,
el magnesio o el sodio. Lo ideal es que ingieras dos litros y medio al día,
pero ¡ojo!: en esta cantidad se incluyen también los alimentos que comes
(piensa que un filete de carne a la plancha medio hecho tiene un 40% de agua).
Abusar de
la sal (o prescindir totalmente de ella). La sal solo es perjudicial para quienes no
la pueden eliminar, por lo que son ellos y no toda la familia los que deben
sustituir este condimento por otros como la cayena, el romero o el orégano (las
personas jóvenes con la tensión baja pueden sufrir mareos, pérdidas de
conocimiento o lipotimias si eliminan esta sustancia). Lo ideal es cocinar los
alimentos con el punto justo de sal.
Tomar
analgésicos al primer dolor. Con el consumo de analgésicos hay que ser
especialmente cuidadosos: no es recomendable tomarlos con demasiada frecuencia
porque puedes generar una tolerancia al mismo pero tampoco dejar que el dolor
se instaure y aguantar muchos días sin tomar nada, porque luego será mucho más
difícil de tratar (y necesitarás una dosis doble).
Dejar lo
difícil para el final. Si se hace así, hay que saber que intentando evitar lo
difícil se logra justo lo contrario: que todo se vuelva aún más complejo. Lo
mejor es comenzar por las tareas más arduas: además de transmitir un mensaje de
confianza en uno mismo al no evitar el reto, se afronta el resto de tareas con
una mayor seguridad (con esa sensación de que lo peor ya ha pasado) y el alivio
y la tranquilidad que redundará en un mayor rendimiento general en el día.
Cruzar las
piernas.
Tan común que seguramente lo realizas sin darte cuenta, este gesto afecta a tu
espalda (ya que te obliga a cargar todo el peso en un solo lado haciendo que tu
columna se incline) y a los músculos de tu cadera (provocando que se salga un
poco el hueso del muslo y al levantarte puedas notar una pierna más larga que
la otra). Siéntate siempre con las piernas tocando el suelo, y formando un
ángulo de 90 grados tanto en rodillas como en caderas.
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